“Resistencia a la autoridad” y el derecho a la vida: un recordatorio sobre la universalidad de los derechos humanos

El Gobierno venezolano justifica estas acciones bajo la figura de “muertes por resistencia a la autoridad” entre el cuerpo policial y un delincuente. Sin embargo, la evidencia registrada por Monitor de Víctimas muestra que el 73% de los homicidios en manos de las fuerzas del orden ocurren dentro de los hogares de las mismas víctimas

Guillermo Sardi @guillermosardi / Foto Carlos Ramírez
10/12/ 2019

¿Acaso existen vidas más humanas que otras? La Declaración Universal de los Derechos Humanos promulgada por las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948, establece la cualidad universal de estos derechos. En el ámbito conceptual, parece haber un consenso global, pero en el práctico, todavía existen actores que promulgan que el derecho a la vida no es universal.

Un ejemplo claro han sido las políticas represivas que llevan a cabo las fuerzas de seguridad del Estado venezolano, también conocidas como políticas de mano dura, que implican que existen vidas que vale la pena proteger y otras que tienen que ser eliminadas. De acuerdo con Monitor de Víctimas, en el 2019 más de un tercio del total de las muertes violentas han sido responsabilidad de los organismos de seguridad. Siete de cada diez de estas muertes han sido responsabilidad de las FAES.

El Gobierno venezolano justifica estas acciones bajo la figura de “muertes por resistencia a la autoridad” entre el cuerpo policial y un delincuente. Sin embargo, la evidencia registrada por Monitor de Víctimas muestra que 73% de los homicidios en manos de las fuerzas del orden ocurren dentro de los hogares de las mismas víctimas. La verdad sea dicha, es poco usual que un delincuente ponga en riesgo a sus familiares enfrentándose con armas a los organismos de seguridad.

La justificación del enfrentamiento para asesinar a otro está completamente en contra del derecho a la vida. Los activistas de derechos humanos en Venezuela nos tenemos que enfrentar a una tarea muy parecida a la que tuvo que lidiar la sociedad después de ver los horrores de la segunda guerra mundial: recordarle al mundo la universalidad de los derechos humanos. Esta es una deuda profunda que no solo tenemos con las personas que fueron injustamente asesinadas por fuerzas policiales y militares, sino con sus familiares también.

En el año 2018, desde Caracas Mi Convive publicamos un libro que recoge los testimonios de siete familiares de víctimas de las Operaciones de Liberación del Pueblo: Cuando Suben los de Negro. El título surgió de la forma como los familiares describieron a los funcionarios vestidos de negro y enmascarados que suben a las comunidades. Para estas siete familias, la prioridad es que se aclare que sus hijos y hermanos no eran delincuentes. El llanto, el dolor y el recuerdo giraban en torno a una lucha tanto interna como externa de probar que lo que dice el Estado es mentira, que la persona que habían matado no era un delincuente.

Enfrentarme a estas vivencias fue algo que me impactó profundamente. El añorar a alguien que ya no está suele ser una de las vivencias humanas más íntimas. Sin embargo, en estas familias conseguí que el horror de las políticas de mano dura tienen la capacidad de penetrar hasta lo más profundo del ser humano, distorsionándolo con la sola intención de deshumanizar al otro.

Aunque hace 71 años, cuando fue promulgada la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se hizo énfasis en su cualidad inalienable, la verdad es que no siempre en nuestra historia los derechos humanos han sido concebidos iguales para todos. Nuestro presente tiene similitudes con los años previos de la declaración, donde parecía que existían seres humanos más humanos que otros. Durante la Segunda Guerra Mundial el filósofo alemán, Martin Heidegger, hablaba del judaísmo como una amenaza a la humanidad. Ya todos sabemos cómo culminó esa historia.

Tras los horrores de la guerra, cuando Albert Camus recibió el Premio Nobel de Literatura en 1957, propuso que la lucha debía ser la de la legitimidad, la de volver a darle importancia a las cosas que estos conflictos pretendieron destruir. En Venezuela, tenemos el deber de comenzar desde ahora la lucha por la legitimidad de la vida sobre el cuestionamiento de la “resistencia a la autoridad”.