¿Cómo se ha comportado el crimen durante la cuarentena?
Los datos recabados por Monitor de Víctimas demuestran que la violencia en Caracas no ha respetado el confinamiento de la población para evitar contraer la COVID-19
Un joven de 26 años de edad, conocido como Alegría, fue asesinado en plena vía pública por las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), el 28 de mayo de 2020 en Petare, por asociarlo, sin prueba alguna, con la banda de Wilexis. Al igual que Alegría, otros 142 caraqueños han perdido la vida en eventos violentos desde que inició la crisis de la COVID-19.
De los 142 homicidios contabilizados, 10 ocurrieron durante la segunda mitad del mes de marzo, 66 durante todo el mes de abril y otros 66 en mayo. Así como afrontamos la pandemia en un contexto muy complicado y totalmente vulnerables al virus (y cuyo impacto real parece venir en los próximos meses), el crimen es uno de los principales males que enfrentan los caraqueños. ¿Es igual en el resto del planeta?
La COVID-19 extrema las otras crisis
Desde que se inició esta crisis de salud, los índices de criminalidad cayeron a nivel mundial. El hecho de que haya menos personas en las calles reduce la posibilidad de que sean atracadas en las vías públicas. Estudios en Estados Unidos, Colombia y Chile demuestran cómo los homicidios se han reducido casi a la mitad, así como los registros de robo y asaltos.
Esto, por supuesto, no implica que la violencia se reduzca: las denuncias de violencia doméstica han aumentado considerablemente en todo el mundo. Tampoco implica que sea igual en todas partes. Por ejemplo, en Ciudad de Juárez (México), los homicidios producto de la guerra entre cárteles de narcotráfico aumentaron en 42 % desde marzo. Para algunos, no hay cuarentena que valga.
El 13 de marzo se anunció el primer caso de COVID-19 en nuestro país. La crisis del coronavirus se suma a una crisis política, social, económica y sanitaria. Una emergencia humanitaria compleja en todos los sentidos. Particularmente, la violencia es un factor común en el día a día del venezolano.
El crimen no se quedó en casa
En 2019, Monitor de Víctimas, en su reporte anual registró 898 homicidios en la ciudad, casi 40 % a manos de cuerpos de seguridad. La violencia, además, no se queda en números: afecta a cada niño que crece en contextos llenos de armas y muertos, con consecuencias que serán muy difíciles de atender en el futuro.
Ahora, ¿cómo se comportó el crimen en la cuarentena?
Los homicidios en este período representan el 48 % de los 296 casos totales reportados durante los primeros cinco meses del año. Casi la mitad de homicidios registrados en Caracas hasta mayo de 2020 ocurrieron durante el confinamiento.
Si lo comparamos con el año pasado, entre el 16 de marzo y el 31 de mayo de 2019, fueron asesinados, en promedio, tres caraqueños diariamente, mientras que durante el mismo período en el 2020, se dieron al menos dos homicidios cada día. A pesar de que hubo una reducción en comparación con el año pasado, estos datos siguen siendo fiel reflejo del problema de salud pública que representa la violencia en nuestra ciudad.
La muerte viste de uniforme
De estas 142 muertes, 55 fueron casos de letalidad policial (ejecuciones y/o resistencia a la autoridad), alcanzando el 39 % de los casos totales registrados. La policía vuelve a ser protagonista, especialmente las FAES y el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC). Así mismo, se registraron 16 homicidios por robos; 15 casos por ajuste de cuenta o venganza; 12 por riñas o peleas ocurridas en el sitio; 5 por enfrentamiento entre bandas; 3 por balas perdidas; 2 por violencia de género y 1 por secuestro, además de 33 homicidios cuyo móvil no se pudo determinar.
El municipio Libertador concentra el 67 % del total, viéndose principalmente afectadas las parroquias Coche y Sucre, con 19 casos cada una y El Valle con 16. En el municipio Sucre se registraron 38 homicidios, de los cuales 33 tuvieron lugar en la parroquia Petare. Por otro lado, Baruta, El Hatillo y Chacao registraron 9 homicidios en total.
Además, algo particular que se notó, en comparación con el año pasado, es que los homicidios en vías públicas aumentaron en 10 puntos porcentuales durante la cuarentena, siendo un poco contradictorio dado el contexto.
Como reflejan los números, la violencia no se detuvo y los índices de homicidios cayeron a la mitad como en otros países. A pesar de mostrar cierta reducción en comparación con 2019, los ciudadanos no se vieron más protegidos por el hecho de estar en casa. El virus se une a la lista de amenazas que aterran a los ciudadanos y, como podemos ver, la violencia es una de las principales.
No hay virus que detenga la violencia
Los cuerpos de seguridad continuaron aterrorizando a las comunidades, ejerciendo la justicia arbitrariamente y haciendo del uso excesivo de la fuerza un factor común en la vida del país. Por otro lado, los robos, ajustes de cuentas y peleas continúan cobrando la vida de personas en la ciudad. En definitiva, la violencia es un problema de salud pública que es urgente atender, con políticas de seguridad coherentes que garanticen el bienestar del ciudadano. Lamentablemente, pareciera no haber la intención de hacerlo por parte de las instituciones responsables.
Los venezolanos se encuentran especialmente vulnerables. Desde marzo, la crisis de combustible impidió que pudieran movilizarse. Además,la crisis económica se sigue intensificando, con una inflación acumulada de 409 % en 2020, según la Asamblea Nacional y con proyecciones que apuntan hacia una contracción de la economía de entre 15 % y 25 % por efectos de la pandemia.
Los ciudadanos se encuentran totalmente indefensos ante el virus, la delincuencia y los cuerpos de seguridad y, además, son víctimas de sus bolsillos vacíos.
Luego de tres meses de confinamiento por decreto, entramos en una etapa de flexibilización de la cuarentena. El virus se hace cada vez más peligroso: Venezuela tardó 70 días en alcanzar los 1000 casos, 12 días en llegar a 2000 y tan solo 11 días en registrar 3000 infectados. A partir de ahora podremos ver realmente el impacto de la COVID-19 en nuestro sistema de salud.
Sin embargo, repasando estos primeros tres meses, hay una cosa que nos queda clara: no hay virus que detenga a la violencia.